*Los recuerdos de vidas pasadas, La mayor contribución que ha recibido
Occidente para enfrentarse, sin miedo, a la muerte, quizás nos llega de la mano de los psicólogos y terapeutas que han recurrido a las regresiones o a las terapias regresivas vidas pasadas.
A través de las experiencias de regresión a vidas pasadas, llegamos a ser conscientes de que ésta no es nuestra única existencia y de que, tal vez, como diría el doctor y terapeuta regresivo José Luís Cabouli, vivimos una sola vida, pero en muchos cuerpos y personalidades distintas.
Quienes por dramáticas circunstancias de la vida, hemos tenido la suerte de experimentar una regresión a una o a varias vidas pasadas, somos conscientes de que tal experiencia no puede calificarse como fruto de una fértil imaginación o como una simple alucinación.
Es más, el efecto terapéutico que la experiencia de la regresión asociada al recuerdo de una vivencia traumática acaecida en un remoto pasado, es algo más que sorprendente.
A menudo, un par de regresiones bien dirigidas son suficientes para olvidarse de un asma crónico o de la desagradable sensación de claustrofobia que padecen algunas personas, las cuales hallan la raíz del problema en, por ejemplo, la muerte por lapidación en una vida pasada o en algún otro tipo de muerte traumática.
Las populares obras del psiquiatra americano Brian Weis Muchas vidas, muchos maestros o Lazos de amor han hecho posible que miles de personas abran su mente y conozcan las inmensas posibilidades de las terapias regresivas.
Algo que también sorprende gratamente, son los trabajos de investigación llevados a cabo durante más de veinte años por Ian Stevenson, el cual ha recogido más de 2.500 testimonios fidedignos de niños de todas las partes del mundo que recuerdan espontáneamente sus vidas pasadas.
Estos niños dicen haber sido otra persona, haber vivido en otra población y haber tenido otra familia. En su mayoría, cuando se les hace caso y se les lleva allí, pueden, sin haber estado nunca antes, reconocer las calles, las casas y a las personas que fueron su familia, llamándolas por sus nombres recordándoles anécdotas que vivieron cuando ese niño tenía otro cuerpo y otra personalidad.
Vivir plena y conscientemente, sin miedo a la muerte. Son numerosos los psicólogos que intentan desautorizar las evidencias en torno a la pervivencia de la conciencia más allá de la muerte del cuerpo físico, insistiendo en que se trata de hábiles recursos de personas de mentes frágiles o excesivamente crédulas, que se montan estrategias para eludir su miedo a la muerte o a lo desconocido. Otros critican a quienes creen en la vida más allá de la muerte, acusándoles de estar tan polarizados en su hipotética vida mejor en el más allá, que se olvidan o no se preocupan de vivir su realidad presente.
Quizás se den casos que justifiquen tales críticas, pero mi propia experiencia personal de muerte clínica temporal y los cientos de testimonios que hemos podido recoger, aportan otra visión de los hechos.
En realidad, la mayoría de quienes han profundizado en las experiencias cercanas a la muerte o en las terapias regresivas de vidas pasadas y sobre todo, quienes han experimentado una muerte clínica temporal, suelen tener en común una mayor capacidad para vivir su vida plena y conscientemente, sin miedos ni traumas bloqueadores, viviendo intensamente cada momento e intentando llevar una vida útil y positiva para sí y para la sociedad, y sobre todo: viven sin miedo a muerte.
Por todo ello, como conclusión, nos atreveríamos a decir que: la muerte nos enseña a vivir. E incluso, parafraseando el título de mi último libro: la muerte, es el nacimiento a una nueva vida. Una vida más lúcida, más consciente y vivida en plenitud.
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